Con la nueva técnica, se inyecta agua a presión con arena y aditivos químicos a grandes profundidades (4.000 o 5.000 metros). Eso hincha la roca, la fractura y hace que el gas, que se encuentra en pequeñas burbujas impregnando la roca, suba por el pozo. Las consecuencias del fracking han sido espectaculares en EE UU. La Agencia Internacional de la Energía pronostica que el país será en 2020 el primer productor mundial de petróleo y en 2030 será autosuficiente.
(...) Pero la mecha está prendida. Y no respeta ideologías. En octubre de 2011, el socialista Patxi López fue el primero en anunciar —de forma precipitada, según los expertos— que habían encontrado en Álava un yacimiento de gas equivalente al consumo de España en cinco años. Sin embargo, el PSOE propuso esta semana en el Congreso una moratoria al fracking hasta que un grupo de expertos dictamine si hay riesgos para la salud y el medio ambiente.
El ministro de Industria, José Manuel Soria, dijo el jueves en el Congreso: “Hay consenso en la comunidad científica respecto a que el fracking [...] no lleva más negativas consecuencias para la salud y el medio ambiente que otras tecnologías”. Respondía a una interpelación de Izquierda Plural, que se opone. Solo un día después, el Gobierno cántabro (PP) aprobó un anteproyecto de ley contra la fractura hidráulica.
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