(...) El dominio de la CAM se logró mediante el nombramiento de empresarios
afines: primero Vicente Sala (Zaplana) y después Modesto Crespo
(Camps). La nueva relación convirtió a las cajas en herramientas
financieras del Gobierno autónomo. Y las llevó a invertir en casi todos
los proyectos ruinosos de los últimos años: el aeropuerto de Castellón,
la Ciudad de la Luz de Alicante, Terra Mítica, la Ciudad de las Artes y
las Ciencias y otros.
El nuevo escenario dentro y fuera de las cajas también multiplicó la
influencia de los empresarios del sector inmobiliario, que accedieron en
buen número a sus consejos de administración. Era la época en que su
poder parecía total: promotores y constructores dirigían las patronales
valencianas, sus clubes de fútbol y las fallas que acaparaban los
premios. Pedían créditos y las cajas y el Banco de Valencia se los
concedía. Creaban sociedades conjuntas. El triángulo formado por
políticos, banqueros y empresarios del ladrillo supuso que, solo en la
primera mitad de la pasada década, se aprobaran planes urbanísticos,
algunos de ellos frenados por la crisis, equivalentes a levantar entera
otra ciudad de Valencia, según los cálculos realizados por el
catedrático Ernest García.
(Sigue...) elpais.com
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